lunes, 5 de enero de 2009

Historias de Perros

Los perros de Juan han enmudecido

Joaquim Vidal

Juan es un agricultor catalán que vive en un pequeño pueblo próximo a la ciudad de Tarragona. El pueblo en cuestión tiene una actividad agrícola mayormente vinícola. El aspecto de Juan es el de un agricultor de cuerpo rechoncho, de carácter rudo y a la vez bonachón, que ronda los 80 años, muy aficionado a la caza e incluso tuvo responsabilidades, puesto que fue presidente de una sociedad de cazadores. Es especialista en la caza del conejo, por lo que posee cinco perros de raza pequeña, verdaderos artífices en sacar los conejos de las zarzas.

Los perros en cuestión los tiene situados en un solar dentro del pueblo, pero apartado de su vivienda familiar. Este hecho le ha conllevado el recibir varias quejas de los vecinos, puesto que los canes en cuestión molestan con sus ladridos, peleas y olores en horas nocturnas, a los que Juan ha hecho siempre caso omiso. Esta cuestión también le ha hecho enemistarse con sus vecinos, que sufren estas molestias.

Una vez finalizada la vendimia, Juan acostumbra a desplazarse unos días a su pueblo natal, en la provincia de Castellón, para recuperarse de la fatiga de las labores del campo. A los pocos días de su ausencia corría el rumor por el pueblo de si Juan se habría llevado los perros, puesto que a éstos no se les oía ladrar.

Al regresar Juan de su viaje, lo primero que hizo fue ir a visitar a sus fieles amigos, los perros. Cuál fue su sorpresa al descubrir el lastimoso espectáculo. Allí yacían sus cinco perros muertos. No daba crédito a lo que veían sus ojos, puesto que estaba convencido de que había dejado suficiente agua y alimento para los ocho días que había estado ausente del pueblo. Inmediatamente se cercioró de ello, convenciéndose de que había suficiente agua y alimento. Con los ojos llorosos, maldiciendo mil y una vez lo que estaba viendo, comprobó el estado de los animales, percatándose por los signos exteriores de vómitos y hemorragias, que habían sido envenenados. Si, los perros de Juan habían enmudecido… para siempre.

La temporada de caza recién empezada había terminado para Juan.

¿Quién envenenó los perros de Juan? ¿Quién emponzoñó tan vilmente con una pócima mortal un cebo para los indefensos animales? La intolerancia, la envidia, la rabia, la desidia, la despreocupación, la falta de comunicación y un sinfín de motivos. Por desgracia hechos como éste se producen con demasiada frecuencia, en todos los ámbitos, tanto urbanos como rurales, donde una mano cobarde, a falta de diálogo, ha intentado solucionar un problema de esta manera tan inhumana. Y el motivo, aunque no lo crean, puede ser cualquiera. Basta el enfrentamiento entre dos personas de cualquier condición. Al final lo paga el animal sin culpa, se lo cuento por propia experiencia. Y duele, señores, duele mucho.

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